Mi niña interior se apodera de mí.


Supe que ya era toda una adulta (o mejor dicho toda una Señora) cuando mis excusas se volvieron sofisticadas y muy convincentes. 

Salir en invierno: "¿Escuchaste hablar de la nueva gripe?, por este invierno hay que cuidarse, más adelante -tiempo indeterminado- salimos. Además,  ¿vistes lo que sale la entrada al cheboli? Solo descendientes de los Rockefeller podrían tener vida social activa los fines de semana, sin cagarse de hambre durante la semana. Mejor nos quedamos en casa, tengo un paquete de arroz, vos te haces una salsita y vemos una peli en Nefli".

Aprender a manejar: "¿Vos vistes lo peligrosa que está la calle? ¿Te enteraste de la cantidad de accidentes/día que suceden en Mar del Plata? Cifras escalofriantes, ni te las digo así no te pones mal. La calle es una selva y yo soy muy buena gente, dejaría el paso a todos, respetaría a los que circulan por la rotonda, dejaría pasar al peatón ni bien pone la punta del pie en la calle. Manejar no es para mí. Nunca lo hice, pero estoy segura que no es lo mío".

Viajar sola: "Con el nivel de machismo que hay en todas partes del mundo, los únicos países que me quedan son Islandia, Dinamarca, Nueza Zelanda, Austria, Suiza, Holanda, Finlandia y Canadá. Y en ese orden, lo sé porque lo gogleé. Siendo conservadora divido en dos la lista, me quedo con los  4 países de adelante, porque si están primeros por algo es. Elijo solo los que hablan inglés como lengua principal... me queda Nueva Zelanda. Bien, me voy allá. Necesito una visa, seguro que no me la dan,  así que nada. Mejor no viajo, me quedo en mi trabajo que queda a dos cuadras de mi casa y listo".

Y así se me fue la vida, entre excusas y miedos. Desde los 18 a los 28 años, no recuerdo grandes hazañas ni conquistas. Lo único que me dio felicidad fue escribir un cuento, el cual no llegó a ser semi-finalista de un concurso literario, pero que me hizo recordar la pasión que sentía de chica cuando escribía.
Mi niña interior no permitió que la volviera a sepultar, se alojó en mi mente y desde ese día que esta saltando y jugando sin parar. La única forma de hacerla callar es haciendo preguntas, buscando un consejo. Ella se para, se saca el pelo de la cara, se concentra en mi consulta, piensa calladamente y me dice lo justo y necesario. Cuando le hago caso, la felicidad me llena. Todo sale bien y no siento  angustia. Cuando no, se apodera de mi la nube negra y no salgo de mi tristeza. No hacerle caso a mi niña interior es sumar puntos de amargura.
También confeccioné una serie de excusas para no escribir: "en qué momento de mi complicada vida lo voy a hacer", "quién va a querer leer mis pensamientos", "mi blog va a quedar olvidado y seguro que voy a estar ocupando el título de alguien que le hubiera sacado más provecho", "el título es muy largo, nadie lo va a entender. Seguro que piensan que es un blog de cocina".
Pero hoy, 4 de junio del 2019, a las 14.05hs, mi niña interior no aguantó más y salió a jugar.
Así que, bienvenidos a mi cuento. No prometo que les guste ni que lo entiendan, porque lo hago por y para mí. Si les gusta, se quedan y juegan conmigo. Si no, sigan su búsqueda, o mejor, anímense y escriban un blog.


Niña Feliz



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